viernes, 25 de enero de 2013

Actores que no saben que lo son


[Automat, de Edward Hopper (1927)]


“Es muy probable que al principio me saliera todo un tanto embarullado, pero al cabo de un rato, en cuanto fui convenciéndome de que iba a escucharme hasta el final, me tranquilicé y continué mi exposición con mucha más claridad. Durante semanas y semanas había estado dándole vueltas a lo que le diría cuando llegara el momento. Pensaba en ello en el curso de mis largos viajes en coche, y mientras estaba sentada en las mesas tranquilas de las cafeterías de las gasolineras. Y me parecía tan difícil. Y al final había pergeñado un plan: memorizaría palabra por palabra unos cuantos puntos básicos, y trazaría un mapa mental del camino a seguir para pasar de un punto a otro. Pero ahora que la tenía allí enfrente la mayor parte de lo que había preparado se me antojaba bien innecesario o bien completamente equivocado.”



Nunca me abandones, de Kazuo Ishiguro -2005-


sábado, 19 de enero de 2013

Hacer justicia



[de  internet]


“En un momento de la cena-homenaje, tal vez a los postres, le gritó a Wieder: ¡Carlos, mañana te vas a matar! A todos les pareció de pésimo gusto. Entonces ocurrió el incidente con el marino. Luego hubo discursos y a la mañana siguiente, después de dormir tres o cuatro horas, Wieder voló hasta el Polo Sur. El viaje fue pródigo en incidentes y en más de una ocasión estuvo a punto de cumplirse el pronóstico de la desconocida, a la que por cierto ninguno de los invitados volvió a ver. Cuando regresó a Punta Arenas Wieder declaró que el mayor peligro había sido el silencio. Ante el estupor fingido o real de los periodistas, explicó que el silencio eran las olas del Cabo de Hornos estirando sus lenguas hacia el vientre del avión, olas como descomunales ballenas melvilleanas o como manos cortadas que intentaron tocarlo durante todo el trayecto, pero silenciosas, amordazadas, como si en aquellas latitudes el sonido fuera materia exclusiva de los hombres. El silencio es como la lepra, declaró Wieder, el silencio es como el comunismo, el silencio es como una pantalla blanca que hay que llenar. Si la llenas, ya nada malo puede ocurrirte. Si eres puro, ya nada malo puede ocurrirte. Si no tienes miedo, ya nada malo puede ocurrirte. Según Bibiano, aquélla era la descripción de un ángel. ¿Un ángel fieramente humano?, pregunté. No, huevón, respondió Bibiano, el ángel de nuestro infortunio.”




Estrella distante, de Roberto Bolaño -1996-

lunes, 14 de enero de 2013

Loca dictadura

[de  internet]

“Traté a una joven llamada Sora Albret, veintiún años, durante cerca de cinco meses. Insisto en que el caso de Sora Albret era prácticamente simétrico al de Douglas: ella pensaba que eran tres ingleses los que la perseguían… Mr. Mallovan, Mr. Utterson y Mr. Flesing. Aún hoy recuerdo los nombres… Sora estaba convencida de que los dos primeros habían enviado a Mr. Flesing a por ella desde Londres. Se suponía que los ingleses pensaban que Sora había matado a una mujer y querían que fuese detenida…

[…]

La principal preocupación durante las crisis de Sora era romper la mayor cantidad de relojes posible… Otra vez la creencia habitual de los psicóticos: Sora estaba convencida de que la única función de los relojes que tenía alrededor no era otra que grabar su pensamiento. Sora llegó a destruir muchos relojes… Había veces incluso en las que trataba de quemarlos…”


Londres es de cartón, de Unai Elorriaga -2009-


martes, 8 de enero de 2013

De puro misterio

[de  internet]

“Era, seguramente por el aire de misterio que parecía envolverla, la máscara más interesante que había aquella noche en el Real.
De pie en medio del salón, apoyábase indolente en uno de esos bastones de la época del Directorio, ligeros y frágiles como juguetes, caprichosamente adornado de cintas y flores. Iba sencillamente vestida con un dominó de seda negro, amplio y largo, tachonado de lentejuelas doradas. A través del antifaz, que le cubría por completo la cara, brillaban sus ojos como la noche. Sobre el pecho caíale desmayado un ramo de violetas marchitas.
Me acerqué a ella, y después de unas frases banales, la invité a que diésemos una vuelta por el salón. Cogiose de mi brazo sin decir palabra. Su andar era lento y solemne. Si las estatuas tuvieran el don del movimiento así debían caminar.”


La máscara del dominó negro, de Miguel Sawa -1910-

miércoles, 2 de enero de 2013

Vapores de rojo

[de internet]
“Algunas mañanas no la veo, únicamente la oigo, la siento acercarse por detrás, haciendo crujir las tablas de roble como sólo su peso podría hacerlas crujir. Entonces intuyo que me acompaña aunque no la vea. Es claro que son visiones producidas por el alcohol, pero me valen: ya no puedo vivir sin esas visiones.”



Señora de rojo sobre fondo gris, de Miguel Delibes -1991-