martes, 25 de junio de 2013

Un hogar de libros


[de  internet]

“Las camionetas y furgones que traían a los vendedores de las editoriales empezaron a aparecer con más frecuencia por el brillante horizonte de los pantanos, hundiéndose de vez en cuando en el lodo a la altura del cruce, y siempre, sin remedio, cuando intentaban dar la vuelta en la orilla. Incluso en verano se trataba de un viaje complicado. Los que lograban llegar sanos y salvos eran un poco reacios a desprenderse de las novelas románticas y los libros de noviazgos, que eran los que Florence quería realmente, a no ser que accediera a quedarse también con un montón de esas novelas de cubiertas ligeramente envejecidas, que tenían el aire de una mujer a la que nadie ha solicitado nunca su favor. Su solidaridad tanto con los vendedores como con los libros que envejecían irremediablemente, la convertían en una compradora algo imprudente. Además los vendedores llegaban de tan lejos que ella no tenía más remedio que llevarles a la cocina y ofrecerles un té. Allí, con la esperanza de que tardarían todavía un tiempo en regresar a ese agujero dejado de la mano de Dios, los vendedores se podían permitir el lujo de revolver el azúcar y relajarse un poco.

[…]

En las tardes lluviosas, cuando se levantaba el mal tiempo, Old House se llenaba de visitantes extraviados y desconsolados. Christine, que decía que ponían la tienda perdida de arena, era implacable con ellos, y les exigía que decidieran qué querían comprar.
- Hojear libros es parte de la tradición de una librería –le dijo Florence-. Debes dejar que se queden y toquen los libros.”


La librería, de Penelope Fitzgerald -1978-


3 comentarios:

  1. También me gusta escoger un libro por la estampa de su cubierta, a parte de por su título o por el autor. Y cuando esa imagen coincide con la idealización de uno de mis sueños, no hay razón que valga.

    Soy de aquellas que arriesgaría lo que no tengo por montar una librería solamente por el gusto de hacerlo, en un pueblo perdido, con el deseo de convertirla en algo tan acogedor que de pereza marcharse de ella.
    Soy una Florence en potencia, para lo bueno y también, cómo no podía ser de otro modo, para lo malo.

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  2. el contacto con el libro seduce mas aun, feliz martes!

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