sábado, 9 de julio de 2016

La noche no está hecha para dormir, sino para torturarse a la abrigada, bajo techo


[Constance Dowling y Cesare Pavese]

“Está triste, como previó hace quince años que lo estaría de por vida, cuando su amigo Sturadi, al pie del tren en el que Cesare llegaba de su confinamiento en Brancaleone Calabro, dejó de sonreír y le anunció que ella se había casado. Ahí comenzó la degradación, las contradicciones, el proyecto de suicidio, la previsión de la tristeza eterna. Se despierta con ese sabor de boca la mayoría de días. Nada lo enfría. Solo lo haría su desaparición, pero lleva tanto tiempo prometiéndosela… Ya se ha acostumbrado, supone, al sabor de la tristeza, porque muchas mañanas –eso es a grandes rasgos la iniciación a la muerte– ni siquiera advierte su presencia. Es como si hubiese desaparecido, así que deduce que si no está es porque su presencia resulta tan natural y omnipresente que ya no puede notarla. Pero, obviamente, está. Todo este vació que lleva dentro, la nada, la desnudez representan la señal inequívoca de que está, y que juntos forman la persona acabada que es, que camina todos los días hacia su suicidio, pero no llega todavía.

Esa tristeza, en lugar de retenerlo en la cama, lo expulsa. Son las once de la mañana. La cama de hierro en la que muere cada noche –advierte–, y sorprendentemente resucita, presagia la idea de «tumba» desde la infancia. Es un mensaje que se emite por primera vez en la cuna y que ya nunca se apaga. La cama le recuerda que, a fuerza de perseverar en la vida, acabará muriendo. «De pronto, un día no nos levantamos más y la metáfora de la cama se consuma», piensa con cierta indiferencia mientras se incorpora sobre el colchón. Bebería, pero el vaso que hay en la mesilla está vacío.”




Fin de poema, de Juan Tallón -2015-




1 comentario:

  1. En la cubierta posterior del libro se explica…

    “Una jornada en apariencia normal y corriente encierra las últimas horas con vida de cuatro poetas: Cesare Pavese, Alejandra Pizarnik, Anne Sexton y Gabriel Ferrater. Fin de poema registra, como una caja negra, los sutiles instantes que preceden a su muerte. Poco a poco, la pérdida de la palabra y el silencio lo van llenando todo, y cada poeta se desmorona a su manera. A partir de las situaciones personales, literarias, políticas e históricas de los cuatro protagonistas, esta novela abre las puertas de su mundo interior, su vida y su muerte, y el fuerte carácter de cada uno de ellos nos adentra en las profundidades de su genio y su desdicha, con alternancia, a lo largo del libro. Y esa combinación desentraña sus miedos, infiernos, adicciones y paranoias, hasta descender, de modo exquisito, al abismo, donde se descubre que la vida es la nada. Lejos de ser una narración sobre la muerte o el suicidio, cuestión que el autor incluso elude, “Fin de poema” recrea el poderoso incendio de cada poeta, al final del cual espera el porvenir vacío. Para entonces, ya no quedan poemas que escribir y sólo se escuchan, en forma de promesa cumplida, «rumor de pasos y batir de alas».”


    No hace falta decir nada más. O sí. Que me ha sorprendido el tono de Juan Tallón, la intimidad y la poesía con la que muestra la agonía de estas cuatro vidas. Y que los fragmentos dedicados a la figura de Cesare Pavese son puro lirismo.

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