miércoles, 23 de abril de 2014

Libros


[Ilustración aparecida en la revista “LUZ”, Segunda época, núm. 7, del 22 de noviembre de 1898]

"Libros, urnas de ideas;
libros, arcas de ensueño;
libros, flor de la vida
consciente, cofres místicos
que custodiáis el pensamiento humano;
nidos trémulos de alas poderosas,
audaces e invisibles;
atmósferas del alma;
intimidad celeste y escondida
de los altos espíritus.

Libros, hojas del árbol de la ciencia;
libros, espigas de oro
que fecundara el verbo desde el caos;
libros en que ya empieza desde el tiempo,
libros (los del poeta)
que estáis, como los bosques,
poblados de gorjeos, de perfumes,
rumor de frondas y correr de agua;
que estáis llenos, como las catedrales,
de símbolos, de dioses y de arcanos.

Libros, depositarios de la herencia
misma del Universo;
antorchas en que arden
las ideas eternas e inexhaustas;
cajas sonoras donde custodiados
están todos los ritmos
que en la infancia del mundo
las musas revelaron a los hombres.

Libros, que sois un ala (amor la otra)
de las dos que el anhelo necesita
para llegar a la Verdad sin mancha.

Libros, ¡ay!, sin los cuales
no podemos vivir: sed siempre, siempre,
los tácitos amigos de mis días.

Y vosotros, aquellos que me disteis
el consuelo y la luz de los filósofos,
las excelsas doctrinas
que son salud y vida y esperanzas,
servidle de piadosos cabezales
a mi sueño en la noche que se acerca."


Libros, de Amado Nervo
[poema editado en su poemario "Perlas negras" -1896-]


1 comentario:

  1. Amiga, mi larario esta vacío:
    desde que el fuego del hogar no arde,
    nuestros dioses huyeron ante el frío;
    hoy preside en sus tronos el hastío
    las nupcias del silencio y de la tarde.

    El tiempo destructor no en vano pasa;
    los aleros del patio están en ruinas;
    ya no forman allí su leve casa,
    con paredes convexas de argamasa
    y tapiz del plumón, las golondrinas.

    ¡Qué silencio el del piano! Su gemido
    ya no vibra en los ámbitos desiertos;
    los nocturnos y scherzos han huido...
    ¡Pobre jaula sin aves! ¡Pobre nido!
    ¡Misterioso ataúd de trinos muertos!

    ¡Ah, si vieras tu huerto! Ya no hay rosas,
    ni lirios, ni libélulas de seda,
    ni cocuyos de luz, ni mariposas...
    Tiemblan las ramas del rosal, medrosas;
    el viento sopla, la hojarasca rueda.

    Amiga, tu mansión está desierta;
    el musgo verdinegro que decora
    los dinteles ruinosos de la puerta,
    parece una inscripción que dice: ¡Muerta!
    El cierzo pasa, y suspirando: ¡Llora!

    (Amado Nervo)

    Te dejé letras allí. Tu vacío lo llena todo.

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