domingo, 10 de enero de 2016

Estigma de un cautiverio


[de  internet]



“Y de pronto mi mirada quedó prendida en otra cosa. Había descubierto que uno de los bolsillos laterales de uno de los capotes tenía una protuberancia, como si tuviera dentro algún objeto. Me acerqué más y me pareció reconocer por su forma cuadrada lo que contenía aquella protuberancia: ¡un libro! Mis piernas empezaron a flaquear ¡UN LIBRO! Hacía cuatro meses que no tenía un libro en las manos y ahora, la sola idea de un libro con palabras alineadas, renglones, páginas y hojas, la sola idea de un libro en el que leer, perseguir y capturar pensamientos nuevos, frescos, diferentes de los míos, pensamientos para distraerse y para atesorarlos en mi cerebro, esa sola idea era capaz de embriagarme y también de serenarme. Mis ojos quedaron suspendidos de aquel bulto que formaba el libro en el bolsillo, como hipnotizados, con una mirada tan ardiente como si quisiera perforar el tejido. Finalmente no pude controlar mi avidez; involuntariamente me fui acercando. Sólo con pensar que podía tocar un libro con las manos, aunque fuera a través de la ropa del bolsillo, ya me ardían los dedos hasta la raíz de las uñas. Casi sin darme cuenta fui acercándome cada vez más. Por fortuna, el guardián no se dio cuenta de mi comportamiento, sin duda bastante extraño; quizás le parecía natural que una persona que había tenido que estar de pie durante dos horas quisiera apoyarse un poco en la pared. Ahora había llegado ya al lado mismo del capote y eché las manos a la espalda para poder palparlo sin llamar la atención. A través de la ropa conseguí percibir, en efecto, una cosa cuadrada, una cosa flexible y que crujía levemente: ¡un libro! Y una idea me atravesó el cerebro como un relámpago: ‘¡Róbalo! ¡Tal vez lo consigas y puedas esconderlo en la celda y después leer, leer, leer, por fin volver a leer!’”



Novela de ajedrez, de Stefan Zweig -1941-


5 comentarios:

  1. En el transatlántico que viaja de Nueva York a Buenos Aires, dos ajedrecistas se cruzan. O quizá sería más correcto decir “dos obsesiones”, dos almas perturbadas que, por diferentes razones (baja ascendencia social vs cautiverio a manos de la Gestapo), han convertido este juego en el estigma de sus vidas. Y Zweig es el mago que mejor se aproxima a ellas para arrancarles de palabra y de obra su historia.

    Un Zweig que ya tiene experiencia en eso de explicar las atroces consecuencias que una enajenación obsesiva y convulsiva por el juego tiene sobre las personas. En el 29 lo hizo con la ruleta y su azarosa suerte; en el 41 con el ajedrez, en el que sólo la inteligencia tiene todas las de ganar, o perder. Ambos retratos de una excelente naturaleza narrativa.

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  2. Una auténtica preciosidad de cita, me ha dado ganas de leer el libro.

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    1. Si puedes pillarlo, no lo dudes. Además es cortito.

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  3. Me gusta como describes lo que ves o lo que sientes en tu vida

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    1. Gracias guapa, en esta ocasión las impresiones son de Stefan Zweig.

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