miércoles, 22 de junio de 2016

Una rubia imponente


[Ilustraciones de Elisa Arguilé 
para la edición de Nórdica Libros]

“Dormía, con la colaboración del whisky, hasta bien entrada la tarde. Luego, se quedaba en la cama, con una botella al lado y un vaso en la mano hasta que era hora de vestirse y salir a cenar. Comenzaba a sentir una ligera y confusa desconfianza hacia el alcohol, como si se tratara de un viejo amigo que hubiera rechazado hacerle un favor sin importancia. El whisky aún lograba calmarla la mayor parte del tiempo, pero a veces, y de manera repentina, había momentos inexplicables en los que la nube desaparecía a traición: entonces era como si le cortaran con un serrucho la profunda pena, el desconcierto y la carga que significan toda vida. Coqueteaba voluptuosamente con la idea de una retirada calmada y en sueños. Nunca había sentido la angustia que ofrecen las creencias religiosas ni la intimidaba visión alguna de otra vida después de esta. Se imaginaba un día en el que no tendría que sufrir más por caminar con esos zapatos apretados, en el que no tendría que reír, escuchar y parecer admirada, en el que no tendría que ser una mujer alegre y despreocupada. Nunca más. ¿Cómo hacerlo? Le ponía mala la idea de saltar al vacío. No podía con las armas. Cuando estaba en el teatro y uno de los actores sacaba un revólver, se metía los dedos en los oídos y no podía ni abrir los ojos mientras durara el tiroteo. Tampoco había gas en su piso. Se detenía en las venas que surcaban sus muñecas, de un azul vivo: un corte de navaja y punto… Pero sería doloroso, muy doloroso, y saldría mucha sangre y tendría que verla. Veneno: algo insípido, rápido e indoloro: eso sí, pero no lo vendían en las farmacias. Estaba prohibido.
Apenas albergaba otros pensamientos.”


Una rubia imponente, de Dorothy Parker -1929-


1 comentario:

  1. Dorothy Parker publicó el relato “Big blonde” en 1929, por el que recibió el premio O. Henry al mejor cuento del año. En él, la autora pone en juego las intrincadas relaciones personales, afectivas y sociales de Hazel Morse, una rubia de bandera que sólo aspira a ser feliz, con una vida hogareña tranquila y un marido que la quiera. Sin embargo, y como pasa en la mayoría de relatos de Parker, las aspiraciones se tuercen y los sueños se rompen. En este caso, a la propia ruina anímica de Haze se añade la malsana y etílica influencia del whisky. Al terminar la lectura, me preguntó qué será de ella en esa jungla masculina, si vagará hasta autodestruirse por completo o si logrará la salvación de algún modo.

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