![]() |
[de internet] |
“Y de pronto mi mirada quedó prendida en otra cosa. Había descubierto
que uno de los bolsillos laterales de uno de los capotes tenía una protuberancia,
como si tuviera dentro algún objeto. Me acerqué más y me pareció reconocer por
su forma cuadrada lo que contenía aquella protuberancia: ¡un libro! Mis piernas
empezaron a flaquear ¡UN LIBRO! Hacía cuatro meses que no tenía un libro en las
manos y ahora, la sola idea de un libro con palabras alineadas, renglones, páginas
y hojas, la sola idea de un libro en el que leer, perseguir y capturar
pensamientos nuevos, frescos, diferentes de los míos, pensamientos para
distraerse y para atesorarlos en mi cerebro, esa sola idea era capaz de
embriagarme y también de serenarme. Mis ojos quedaron suspendidos de aquel
bulto que formaba el libro en el bolsillo, como hipnotizados, con una mirada
tan ardiente como si quisiera perforar el tejido. Finalmente no pude controlar
mi avidez; involuntariamente me fui acercando. Sólo con pensar que podía tocar
un libro con las manos, aunque fuera a través de la ropa del bolsillo, ya me
ardían los dedos hasta la raíz de las uñas. Casi sin darme cuenta fui acercándome
cada vez más. Por fortuna, el guardián no se dio cuenta de mi comportamiento,
sin duda bastante extraño; quizás le parecía natural que una persona que había
tenido que estar de pie durante dos horas quisiera apoyarse un poco en la
pared. Ahora había llegado ya al lado mismo del capote y eché las manos a la
espalda para poder palparlo sin llamar la atención. A través de la ropa conseguí
percibir, en efecto, una cosa cuadrada, una cosa flexible y que crujía
levemente: ¡un libro! Y una idea me atravesó el cerebro como un relámpago: ‘¡Róbalo!
¡Tal vez lo consigas y puedas esconderlo en la celda y después leer, leer,
leer, por fin volver a leer!’”
Novela de ajedrez,
de Stefan Zweig -1941-