[de internet] |
La encuadernadora de libros prohibidos extrajo de un cajón secreto el pergamino de la seducción. Mi íntima multitud recaló entonces en Venecia, donde el amor es una droga dura y
los enamoramientos se suceden sin contar. Recordé por un instante las penas del joven Werther y el túnel que llevó a un adúltero americano a tararear Alabama song ante mí, la señora de rojo sobre fondo gris.
De regreso a la librería,
emerge del pergamino la fragancia de aquellas poetas prostitutas chinas que, en la
hora de la aurora boreal, recreaban el lenguaje secreto del jin-shei bajo la luna en los pinos.
Estrategias del deseo,
perlas negras y otros poemas que hacen de la poesía china caligrafiada un
perfecto solitario de amor.
Mas con orgullo yprejuicio, el arrebato de Lol V. Stein, a la luz del día, convirtió aquellas
latitudes extremas en un juego de tronos para Bartleby el escribiente y también
para los amigos del crimen perfecto.
El alienista que daba
clases a la maestra de piano habría sospechado algo más en el equipaje, a
parte del río y la piedra. Quizá las once mil vergas o algo de música. Sin
embargo, sólo un retrato de Eugenio Oneguin queriéndome decir “nunca me abandones” resumía sin aderezos el cuadro de Hopper en el que yo, robot perfeccionaba
el origami para un día de lluvia junto a Marilyn y JFK.
Londres es de cartón, ya
lo sabes, y no hay un tranvía en SP que deje cerca del club Lovecraft, me
susurraste desde el marco de tus letras.
No importa. Si tu me dices ven lo dejo todo… pero dime ven.
Divertimento literario, donde cada palabra subida
de color lleva a un libro, de esos que me quitan el dolor de cabeza y espolean
la imaginación. Por aquello del 23 de abril.