[En el harem del palacio Topkapi –Istambul-,
de ge
minúscula]
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“Mientras estudiaba el pabellón árabe o persa, se me ocurrió
pensar: “Qué hermosas han de ser aquí las noches, cuando todo está cubierto por
una oscuridad casi impenetrable, todo alrededor está tranquilo, negro y
silencioso, los abetos se alzan suavemente sobre la oscuridad, nocturna
sensación atrapa al solitario caminante y una bella y noble mujer,
atractivamente arreglada, trae al pabellón una lámpara que derrama un dulce y
dorado brillo, y entonces, impulsada por un gusto peculiar y movida por un
extraño acceso del espíritu, empieza a toca lieder
en el piano que, naturalmente, nuestro jardín tendrá que tener en este caso,
mientras, si se permite semejante sueño, los canta con voz pura, de cautivadora
belleza. Cómo se escucharía entonces, cómo se soñaría entonces, cuán feliz se
sería con la música nocturna”.”
El paseo, de
Robert Walser -1917-
Ensoñación y realismo, en lo que se piensa, en lo que se camina. Y a cada paso una excusa perfecta para, con intrincadas y precisas descripciones, hacernos comprender el instante vívido que compartimos –escritor y lector-.
ResponderEliminarQuiero intuir tintes autobiográficos y me gusta encontrar ese estilo poético y enamoradizo. Y esas frases infinitas, llenas de recodos, saltos y algunos rasantes, como si el vértigo de verlas finalizar nos privara de toda la historia que contienen, y que nos han mantenido en vilo centenares de palabras atrás.