[Marilyn Monroe, en la gala del 19 de mayo de 1962]
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“Sólo le preocupa una cosa: estar presente en la gala en
honor de JFK en Nueva York por su 45 cumpleaños. Marilyn ha encargado un
vestido y ¡qué vestido! Diseñado y cortado por Jean-Louis, el mago francés que
inventó la extraordinaria silueta de Rita Hayworth en Gilda. Marilyn sólo le ha
dado una consigna:
- Hágame un vestido que sólo se atrevería a llevar Marilyn.
El creador ha diseñado un sueño: un vestido de un tejido tan
ligero que parece transparente, una nube de seda. El tejido ha sido
especialmente diseñado para la ocasión y, al colocarlo sobre Marilyn,
Jean-Louis pregunta:
- ¿Irá desnuda, me imagino, miss Monroe?
- ¡Totalmente!
Hubo que superponer veinte capas de sedas sobre los senos y
la entrepierna para evitar transparencias y se cosieron seis mil piedras del
Rin, que centellean por todo el vestido. Dieciocho modistas trabajaron siete
días seguidos. Es un vestido imposible de poner, hay que coserlo sobre el
cuerpo de la estrella. Es decir: totalmente a medida de Marilyn.
- Hará que se despierten, ¿no? –dice gorjeando.
Jean-Louis sonríe para sus adentros.
El vestido costó 12.000 dólares, es decir, ocho veces más en
dólares del siglo XXI. En 1999, subastado en Christie’s, alcanzará la cota de
un millón de dólares.
Hace unos días que Marilyn sabe que cantará en el cumpleaños
del presidente. Entrará en escena al finalizar el show extraordinario. Es
consciente de lo que está en juego. Es el
regalo de JFK. El extremo opuesto a Jackie. Por tanto, hará todo lo necesario
para ser lo que la primera dama no es: provocadora, sexy, divertida.”
Marilyn y JFK, de
François Forestier -2009-
A veces, saber o leer sobre la cruda realidad parece un sueño o quizá una mentira. Cuesta hacerse cargo de todo lo que cuenta Forestier de Marilyn y de JFK, y del resto de personajes y sabandijas que pululaban a su alrededor. Cuesta hacerse cargo del egoísmo con el que se conducían. Con el montante de sueños rotos de una princesa que parecía tonta pero que, en el fondo, no consiguió que la quisieran como ella quería.
ResponderEliminarFidedigno –me supongo yo- y cruel. Pero cruel no por cómo cuenta las cosas sino por cómo se precipitan los acontecimientos de esta historia. Su relato es, en ocasiones, tan realista y descarnado que duele en algún rincón indeterminado del organismo.
Y cuando acabas de leer, cierras el libro y, por un momento, piensas en una obra de ficción. De tan increíble y exagerado que parece todo.
Pero no.
Solo podemos pensar que en algún sitio, de lo más recóndito de nuestra mente, ese vestido sigue pegado a una piel, llena de vida.
ResponderEliminarCosido con hilo de oro sobre la piel para que también el vestido sea piel, a su manera.
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