[de internet] |
“Salió Matías a la calle y al cabo de diez minutos se dio
cuenta de que su pelo no era más que una cosa ridícula encima de su cabeza. Esto
quiere decir que el viento era fuerte y que se estaba riendo de su peinado y
que le había puesto unos mechones mirando hacia aquí y otros mirando hacia allá,
sin criterio. De hecho, Matías tenía entradas, aunque disimuladas, y algún que
otro claro en el pelo, y el viento le dejaba todo a la vista, entradas y
claros, como si quiera ridiculizar a Matías, como se ridiculizan las fotografías
de 1967 o como se ridiculizan los bolsos de las tías mayores, sin ningún miedo.
Y es que Matías tenía claros en el pelo. Y los claros son
agradables en los bosques o debajo de una farola, en Londres, pero no en la
cabeza de una persona joven. Y Matías se enfadó un poco con el viento, pero sólo
un poco. Después siguió andando.
“Calle Théodore Maunoir” era la calle del primer informante.
Ésa era la primera calle que tenía que buscar. Y no era fácil de encontrar; por
el viento que hacía, sobre todo. Porque el viento suele difuminar la mitad del
cerebro de las personas. O tres cuartas partes del cerebro de las personas. Por
eso no era Matías capaz de encontrar la calle Théodore Maunoir.
[…]
Fuera de la pensión, sin embargo, notaba que el viento le
estaba difuminando el cerebro. Y para difuminar el cerebro de Matías, el viento
no utilizó una fórmula muy diferente a la que utiliza el almíbar para difuminar
los melocotones.”
El pelo de Van’t Hoff,
de Unai Elorriaga -2003-
Matías es del Ministerio, y llega a Idus para entrevistar a ciertos vecinos para un informe. Los vecinos seleccionados poseen la misma enciclopedia, y todos se la compraron al mismo italiano. Pero sólo unos escogidos tienen, sin saberlo, la clave para localizar el fragmento perdido de una novela…
ResponderEliminarY Unai Elorriaga vuelve a hacerlo, a crear un universo peculiar donde todo encaja normalmente, aunque nada nos lo parece.