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[de internet] |
“Mi idea era un parque para adultos. Un lugar exterior
urbano, sencillo y realista. Con sus bancos de lectura donde detenerse a
reposar en los ratos robados a la oficina. La novedad principal era que
contenía un bosque de relojes de arena, de escala humana, que al girarlos te
concedían un tiempo de abstracción.
Podía servirte de aviso y cuantificación del tiempo, pero
también de evasión. Es lo que me gusta de los relojes de arena, que reformulan
una idea de ansiedad ante el transcurso del tiempo y transforman ese proceso
inevitable en algo visual. En realidad éstas eran las palabras que pensaba
utilizar en mi presentación del día siguiente. Yo me hubiera limitado a decir
que me gustan los relojes de arena, me gustan porque señalan el verdadero
sentido de la vida, que no es otro que la sumisión a la ley de la gravedad como
esa arena que cae del bulbo superior al inferior en los relojes de cristal. La
idea del jardín era enseñarte a valorar con precisión lo que eran tres minutos.
Así empezaba mi charla: ¿acaso alguien se ha detenido a pensar sobre lo que son
realmente tres minutos?
[…]
Mi jardín persigue devolver el valor de nuestro tiempo,
hacernos reflexionar sobre la disposición del tiempo. Reparé en que el director
del congreso, sentado en su butaca, tomaba notas y parecía interesado en mi
discurso. Por eso lo llamo «El Jardín de los Tres Minutos». Drei-Minuten-Garten, repitió Helga con
una sonrisa complacida que me animó.”
Blitz, de David Trueba -2015-