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[de internet] |
“Cuando una mujer cometía un crimen no premeditado, su
principal preocupación residía en qué hacer con el cadáver, puesto que no solía
ser lo bastante fuerte para moverlo sola. Por eso en muchas ocasiones optaban
por descuartizar el cuerpo. También se habían dado casos de varones que habían
descuartizado a sus víctimas, pero en su defecto para ocultar la identidad de
la víctima o porque el propio acto de mutilar les causaba una especie de placer
animal. Las mujeres, en cambio, lo hacían simplemente porque no podían
transportarlo entero. Ésta solía ser la prueba de que el crimen no había sido
premeditado. Recordaba el caso de una mujer de Fukuoka que, después de matar a
una compañera, confesó a la policía que había decidido descuartizar el cadáver
al verse incapaz de sacarlo entero de su casa.
También era corriente que mujeres que vivían experiencias
parecidas se convirtieran en cómplices de la asesina, impulsadas por una
especie de compasión. Hubo un caso en que una madre había considerado justo que
su hija matara a su marido violento y borracho, y por ello la había ayudado a
descuartizar el cadáver. En otro caso, una mujer había ayudado a matar al
marido de su amiga y ambas se habían encargado de descuartizarlo y tirarlo al
río; incluso tras su detención se mostraron convencidas de que habían llevado a
cabo un buen acto.
Como pasaban largas horas en la cocina, las mujeres estaban
más acostumbradas que los hombres al tacto de la carne y el olor de la sangre.
Además, eran diestras en el manejo de los cuchillos y sabían qué hacer con la
basura. Y, quizá porque tenían la capacidad de dar a luz, mantenían una
relación más directa con la vida y la muerte.”
Out, de Natsuo
Kirino -1997-