Erlendur tenía por fin algo de lo que hablarle a su hija.
Había estado husmeando un buen rato en la Biblioteca Nacional y buscando
noticias de los periódicos y revistas que se publicaban en Reikiavik en 1910,
cuando el cometa Halley pasó cerca de la Tierra con su cola a cuestas, llena de
letal ácido cianhídrico.
[…]
Ya había atardecido cuando se sentó junto a la cama de Eva
Lind y empezó a hablarle de los huesos encontrados en Grafarholt. Le habló de
los arqueólogos que habían creado pequeñas cuadrículas en la parte superior del
lugar donde estaban los huesos, y de Skarphédinn, que tenía unos caninos tan
enormes que no podía cerrar la boca del todo. Le habló de los groselleros y de
lo que les había contado Róbert sobre una mujer verde y torcida. Le habó de
Benjamín Knudsen y de su novia, que desapareció un día, y del efecto que tuvo
la desaparición de la muchacha en el joven Benjamín, y le habló de Höskuldur,
que había alquilado la casa durante la guerra, y de lo que había dicho Benjamín
sobre una mujer que vivía en la colina y que había sido engendrada en el
gasómetro durante la noche en que la gente creía que el mundo se iba a acabar.
[…]
Las noticias de lo sucedido en el gasómetro esa noche se
extendieron como un reguero de pólvora por toda la ciudad en los días
sucesivos. Decían que la gente se había emborrachado por completo y que habían
estado practicando toda clase de actos sexuales hasta la mañana siguiente, o
hasta que quedó claro que el mundo no se acababa, ni como consecuencia del
cometa Halley ni por las infernales llamaradas de su cola.
Muchos estaban convencidos de que algunos niños fueron
engendrados en el gasómetro aquella noche, y Erlendur pensó que a lo mejor era
uno de ellos el que había podido llegar al fin de sus días en Grafarholt muchos
años después, y estaba enterrado allí.
La mujer de verde,
de Arnaldur Indridason -2001-
(se puede encontrar también con el título Silencio sepulcral)
Violencia ciega, llena de odio, contra una mujer, contra unos hijos. Palizas mortales que lo único que provocan es el deseo de ver muerto al monstruo. Dolor enterrado con el paso del tiempo, como el que pasean los vivos por dentro. Historias del pasado que sobreviven todavía.
ResponderEliminarIndridason tiene la capacidad de tocarme con sus personajes, dejándome con el ansia de desentrañar un cachito de sus historias para, de alguna manera que aún no concibo, mirar de hacer lo propio con la mía.